Imprimid, imprimid, malditos. O no.
Hace algún tiempo que todos los medios y foros que sigo sobre temas fotográficos difunden el mensaje de que tenemos que imprimir todas nuestras fotos, porque no nos podemos fiar de la durabilidad de los medios digitales. Como ejemplo os enlazo un artículo de mi amiga Gema en Xataka Foto, con el alarmante título de «Corred a imprimir vuestras fotos antes de que desaparezcan en el futuro» (ahí es nada).
Como comenta Gema, el que ha puesto la puntillita al tema es nada más y nada menos que Vinton Cerf, vicepresidente de Google y uno de los padres de Internet, con pinta de amable abuelito que todavía mira el resultado del cupón en el teletexto.
Los motivos que nos dan para semejante alarma social se reumen en básicamente estas amenazas:
- Los medios físicos se degradan, muchísimo antes que el papel. ¿Quién no ha intentado acceder a un CD antiguo, para encontrar que ahora da errores de lectura?
- Estos mismos medios físicos se quedan además obsoletos, recurriendo como ejemplo a esas disqueteras de 3 pulgadas y media que han desaparecido del frontal de nuestos equipos.
- Por último, los formatos de fichero también se quedan anticuados, y en unas décadas ya nadie se acordará de qué era un JPG y cómo se abría.
Yo vengo, en cambio, a romper una lanza a favor del almacenamiento digital, y os lo dice alguien que lleva siempre encima una cámara de carrete, y que disfruta como un enano dándole vidilla a esos simpáticos haluros de plata.
Mi argumentario para esta defensa es igual de simple que el listado de «contras» de arriba, aunque quizá un poco más extenso. A saber:
- Las copias digitales, a diferencia de las químicas, son siempre perfectas en un 100%. Con un disco de un par de teras (a partir de 80€, en la tienda de la esquina) podemos tener una réplica de cualquier archivo fotográfico doméstico, sin perder ni un ápice de información. Imprimiendo una foto, en cambio, hemos perdido muchísimos datos con respecto al negativo.
- «Refrescar» los datos digitales es fácil, barato y rápido, y garantiza el tiempo de vida de los medios. Me explico: Si cada dos años compramos un disco de backup nuevo, y cada 6 meses sobreescribimos la copia para comprobar que es correcta, tenemos una copia de seguridad con un índice de fiabilidad altísimo. Si además ese disco lo guardamos en la casa de un familiar, o en la oficina, estamos preparados para casi cualquier robo o catástrofe. ¿Quién hace eso con sus negativos familiares?
- La nube está ahí, y casi cualquier usuario de Internet la usa de manera más o menos consciente. Los dispositivos IOS y Android replican nuestras fotos en sus respectivas nubes a no ser que le indiquemos lo contrario, y la tendencia es que cada vez esta migración a la nube sea más transparente y menos opcional.
- Los disquetes de 3’5″ se inventaron hace más de 30 años, y por menos de 30€ podemos aún encontrar una disquetera USB. Para cuando empiecen a escasear nos podremos imprimir una en 3D en un santiamén, seguramente en nuestra propia casa. Esto no es ciencia ficción, es actualidad. Me apuesto lo que quieras a que acceder a una unidad ZIP sera más fácil en 2025 que en el 2005.
- El formato JPG ronda también las tres décadas, y está más vivo que nunca. De manera similar a los dispositivos físicos, no me arriesgo en absoluto si digo que para cuando empiece a ser menos conocido podremos pedirle a cualquier dispositivo conectado a Internet que lo interprete en base a sus especificaciones: Los asistentes virtuales de la actualidad empiezan a tener una inteligencia no demasiado lejana a la necesaria para entender esa orden, y los algoritmos necesarios están replicados millones de veces a lo largo de la red.
- Reseñar, sobre este último punto, la vital importancia de trabajar con formatos abiertos o al menos perfectamente documentados. Lo que puede dejar nuestras fotos en la estacada es trabajar con un formato RAW que sólo puede interpretar su fabricante. Que yo sepa (corregidme por favor), no se ha dado aún el caso de un formato abierto jamás creado que haya pasado a ser completamente innaccesible, pero nadie garantiza que un sistema propietario pueda utilizarse mañana mismo si su empresa creadora entra en bancarrota.
Hice esta foto hace casi 14 años. Cada píxel es idéntico a como era el día en que la saqué.
Precisamente, de hecho, lo que pone en peligro nuestros datos digitales es no valorarlos lo suficiente, y no darle la importancia que tiene a su durabilidad. Como decía antes, cualquier persona puede tener una garantía casi total de que sus nietos hereden su archivo fotográfico con una inversión en hardware muy pequeña cada año (50-100€), y con una disciplina de trabajo bastante relajada (formatear disco de backup, copiar y pegar ficheros, llevar disco a casa del cuñado). Si no lo hacemos es, precisamente, porque no hemos tomado conciencia de lo importante que son esos ficheros digitales.
¿Queréis saber cuál es el verdadero desafío del mundo fotográfico que se nos viene encima? El problema no será perder fotos, el problema será gestionarlas. Si hoy en día un usuario de smartphone hace en un mes más fotos que nuestros padres o abuelos en toda su vida, la siguiente generación tendrá su vida tan perfectamente documentada que el bacalao estos próximos años se va a cortar en los algoritmos de selección de imágenes, y en la gestión de la privacidad. ¿Que perdemos una foto? No te preocupes: otro dispositivo (tuyo o no) la habrá hecho desde otro ángulo.
Y ahora os dejo, que acabo de darme cuenta de que hace un año que no actualizo el backup de mis fotos. De esta noche no pasa, y mañana el disco USB me lo traigo al trabajo como que me llamo Javi.
Referencias: Sistemas de backup para fotógrafos (parte 2 y 3), que escribí para Xataka Foto cuando era aún más joven e inexperto.