Mis cámaras: Yashica Mat
Desde que ví una Lubitel en el taller de lomografía que pude hacer con Pasquale Carpile a la cabeza, tenía el capricho de hacerme con una réflex de doble objetivo (TLR), y es que eso de hacer una foto mirando desde arriba tiene un punto de magia que las aleja de las sensaciones que produce cualquier otra cámara.
De hecho, usar una de estas cámaras es muy parecido (salvando los kilómetros de distancia) al uso de una compacta digital, con una pantalla de visualización directa que no está en el mismo plano que el objetivo. Tanto es así que alguna vez (y no quiero risas) he ido a «apagar la pantalla» porque me daba la impresión de que estaba gastando batería
Si alguno no conoce estas cámaras, diré que utilizan dos objetivos colocado uno encima del otro: el superior se usa antes de la toma (para encuadrar y enfocar), y el inferior es el que hace realmente la captura. Por tanto, siempre tienen exactamente la misma distancia focal, aunque no siempre tengan por qué disponer de la misma apertura (de hecho, el de arriba siempre funciona abierto a tope ya que sólo sirve para el enfoque).
Su principal ventaja es su enorme visor (olvidaros de cualquier visor óptico o electrónico que hayáis usado), que permite un enfoque cómodo y preciso sin necesidad de ayudas. Además, normalmente son cámaras de formato medio, con todo lo que conlleva (calidad de imagen, desenfoques, formato cuadrado o casi cuadrado, etc.)
En el caso concreto de la mía, utiliza carretes de 120 (12 exposiciones) y 6×6 (formato cuadrado), y monta un Yashinon 80/3.5 (una focal media, recordando que estamos en formato medio) de 4 elementos, y de una gran calidad.
Como curiosidad, tiene una lupa acoplada: si la desplegamos y la pegamos al ojo, tendremos una visión completa de la imagen cubriendo todo nuestro campo visual, haciendo una delicia el enfoque… aunque a veces tendremos que tomar posturas algo extrañas.
En el callejeo se comporta bastante bien… ¡mucho mejor de lo que pensaba!
Al estar mirándote al ombligo en lugar de al retratado (una técnica «clásica» con pantallas digitales), es muy fácil hacer una fotografía pasando completamente desapercibido.
Y, si no quieres pasar desapercibido, ¡todo lo contrario! Una cámara así llama tanto la atención que a veces te saldrán modelos casi sin buscarlo
Cabe aclarar que, a diferencia de las últimas Yashicas de la gama Mat, no tiene fotómetro integrado. Aún así, gracias a lo bien que responde el negativo de formato medio, no he perdido ni una sola foto de las que tiré a ojo: o bien basándome en medicioes de otras cámaras, o bien con reglas como la del Sol a F16.
¿La solución? Ya que la cámara no sabe lo que son las pilas, nada mejor que un fotómetro de selenio: Por poco más de 15€ me agencié un Leningrad 4 ruso, que es la envidia del vecindario
Para que os hagáis una idea, éste es más o menos el flujo de trabajo del conjunto:
- Medir en el fotómetro la intensidad de la luz (si es baja, hay que cambiar a la escala inferior).
- Trasladar lo que marca la aguja a la rueda inferior.
- Cuadrar el ISO en la rueda interior.
- De todas las combinaciones de aperturas y velocidades que aparecen, elegir la más adecuada.
- Trasladar esos valores a la cámara, usando dos pequeñas ruedas de un lateral.
- Con la rueda grande del otro lateral, y usando la lupa si es necesario, enfocar.
- Girar la manivela para pasar el carrete hasta la siguiente foto, y volver a colocarla en la posición adecuada.
- Encuadrar, y pulsar el obturador.
¿Parece enrevesado? No lo es en absoluto: todo el proceso suele durar segundos, y realmente sólo son críticos los últimos pasos, pudiendo hacer los anteriores previamente. Por ejemplo, hasta para alguien como yo que nunca había tirado sin fotómetro, es bastante fácil ir haciendo ajustes en la exposición (cambiando apertura o velocidad, según el caso), cuando vayan cambiando las condiciones de luz, sin tener que volver a medir hasta que no se produzca un cambio brusco en la luminosidad.
Sobre los carretes, hasta ahora la he probado con Kodak Tri-X 400, Ilford HP4 125 y con Ilford HP5+ 400, siempre en blanco y negro y siempre con buenos resultados (es decir, pudiendo achacar todos los fallos al fotógrafo y no al equipo). Mi primer carrete fue de color, pero por algún motivo se echó a perder en el revelado, así que tengo un Fuji Reala 100 en la recámara para quitarme ese mal sabor de boca.
Si os ha picado el gusanillo, os puedo decir que la compré en el foro de Formato Medio por 150€, un precio más que razonable teniendo en cuenta que estaba preparada y arreglada para su uso personal por el gran J. Noir, que por lo que le he podido conocer, es una enciclopedia sobre este tipo de cámaras. De hecho, algún día espero pillar alguna de las Agfa Isolette III que prepara «al gusto» de vez en cuando
Espero que a los más digitales os haya llamado la atención, y que los más químicos no os hayáis reído mucho. Para la próxima, me toca presentaros a mi Minolta CLE… otra joyita low-cost.