El Color del Cristal (1996)

Víctor llevaba horas con la mirada fija en las imágenes semitransparentes que emergían de su mesa, y por fin parecía comenzar a sacar algo en claro. Desde el horizonte del espacio virtual que se alzaba ante él apareció un paralelogramo de esquinas redondeadas coronado por un letrero de grandes letras rojas donde se leía “Resultado”.

Entrecerró los ojos mientras miraba el recién aparecido objeto como si dudara de que la máquina estuviera tomándole en serio. Después de marcar como entrada los resultados de todas las últimas experiencias, en terrenos tan alejados como la Física Cuántica y la Algorítmica, a las que había podido tener acceso en exclusiva, su terminal le devolvía únicamente varias decenas de símbolos que, en teoría, cubrían todas y cada una de las posibilidades que todos sus colegas habían tenido en cuenta.

Lo primero que pensó es que aquello era un fallo de la máquina. No en vano el programa que estaba usando no tenía más que una semana de vida y aún no era definitivo. Él era uno de los pocos elegidos que debían evaluar si, tal y como decía su orgulloso creador, un joven engreído que nunca aceptaría su condición de amateur, podía superar en potencia a otros ingenios de similares características creados por enormes grupos de profesionales.

Todo ello era posibles gracias al uso las nuevas ecuaciones de Huffman en lugar de las convencionales, permitiendo así reproducir ideas que antes no pertenecían sino a las paraciencias. Resultaba curioso que el hombre que revolucionó las ciencias exactas, el quebequense Jean Michel Huffman, era un historiador aficionado a la psicología, y no un físico o un matemático como cabría pensar. Su sistema sustituyó las conocidas fórmulas matemáticas por otras cuya simbología era mucho más fácilmente asimilable por el cerebro y que incluso los más neófitos en matemáticas podían comprender rápidamente.

De hecho hasta ahora el programa se había portado sorprendentemente bien, evaluando en segundos ingentes cantidades de fórmulas que antaño habrían sido dejadas por imposibles por cualquier matemático, y representándolas con el reducido conjunto de símbolos que las ecuaciones huffmanas necesitaban.

Acercó su única mano, ya que hacía años que había perdido la izquierda, cubierta de fina tela azul, a la proyección y la colocó sobre la última imagen aparecida. Cerró levemente los dedos para indicar su intención de cogerla y movió rápidamente su mano, ahora unida a la caja, hacia una esfera situada en la parte inferior de la pantalla que contenía un pequeño esquema de barras tridimensionales flotando sobre una rejilla graduada. No habían acabado de aparecer una docena de esferas sobre la pantalla, rellenas cada una con diferentes tipos diagramas, cuando ya había introducido su dedo índice en una de ellas. Tras quince segundos todos los objetos existentes sobre su escritorio se difuminaron mientras surgían nuevas vistas de extraños mundos coronados por altas montañas y surcados por valles inverosímiles que se elevaban y caían a veces lenta y a veces rápidamente. Su mirada se perdió en el fondo de estos paisajes extrañada, no por su forma, ya que estaba acostumbrado a tratar con esta clase de representaciones, sino por su contenido, que se alejaba de cualquier cosa que esperara encontrar.

– Lista. Variables. – Siempre había considerado una pérdida de tiempo el pedir algo educadamente a una máquina, así que no usó más palabras de las que necesitaba.

Desde detrás del paisaje se elevó un pequeño papel que flotó hasta el borde de la mesa. Sobre él se encontraba la decena de variables que formaban parte de la representación. Casi todas hacían referencia a campos magnéticos y a distorsiones sobre ellos debidas a constantes antaño despreciables. Lo que no podía digerir es que ninguna aludiera al tiempo o al espacio. Más bien cada uno de los parámetros parecía sustituirlos con campos de variadas energías.

– Transformar a ecuaciones convencionales.

Se desplazaron a un segundo plano los objetos de su escritorio y apareció una señal que indicaba la imposibilidad de hacer esa conversión. Era la primera vez que hallaba sin buscarla unas ecuaciones de Huffman que no pudieran ser representadas con ecuaciones convencionales. Seguramente ni el mismo científico anglofrancés imaginó ecuaciones intransformables que se alejaran tanto de sus esquemas.

– Lista de fórmulas convencionales enriquecibles con la última ecuación.

Sobre la mesa comenzaron a agruparse pilas de papeles rellenos de signos que variaban desde las conocidas letras del alfabeto griego hasta serpenteantes e intrincados laberintos que, en sí mismos, representaban ideas altamente complejas. Eso significaba que cientos (probablemente miles) de ideas antaño válidas por sí solas podían ahora incluir nuevos casos alejados del dúo espacio-tiempo que antes las dominaba.

Rebuscó entre los papeles recién aparecidos hasta encontrar, como esperaba, las cuatro leyes de Maxwell y las colocó en primer lugar en su ahora desordenada mesa. Arrastró los símbolos, a los que ya comenzaba a considerar su mayor creación, hasta las cuatro fórmulas y comenzaron a desplegarse hasta duplicar su tamaño. A la derecha de las conocidas variaciones temporales habían aparecido variaciones sobre nuevos parámetros aún sin explicación.

Había desechado inconscientemente la teoría del fallo en el programa. No quería pensar que todo aquello no era real, ya que parecía tener en sus manos las leyes que explicaban el comportamiento de la materia en ausencia del espacio y del tiempo, lo que hasta ahora suponíamos nuestra frontera.

Varias horas después había contactado con Laura, una experta en Cálculo Simbólico con amplios conocimientos de Astrofísica, a la que conoció hacía años. Ella era el ejemplo de cómo la adicción a los documentos sobre ficción podían despertar la mente tanto o más que el estudio intensivo, además de la única persona con quien quería compartir sus recién adquiridos conocimientos. Era la salida que necesitaba para darle una interpretación más clara a todo lo que revoloteaba por su cabeza.

A las cinco de la mañana se encontraban, cada uno en un extremo de la Península, intentando extraer todos los conceptos posibles de las respuestas que les proporcionaban sus terminales. En las últimas horas habían resuelto fácilmente problemas que nadie había sabido plantear. Habían demostrado que el tiempo estaba cuantizado, encontrando su unidad mínima, dividido círculos en porciones formando cuadrados y viceversa, superado la velocidad de la luz en hipotéticas máquinas que posiblemente nunca se llegarían a construir y transportado materia a través de miles de kilómetros sin usar más energía que la que gastaban los equipos con los que estaban trabajando, aunque usando antiátomos de varios elementos. Todo ello era ahora perfectamente lógico, tanto que nada ni nadie podía ser capaz de refutarlo.

En más de seis horas de trabajo no habían bajado su frenético ritmo ni tenían intención de hacerlo. Cada vez que estaban a punto de descubrir los más profundos secretos de la existencia encontraban un nuevo resultado que les alejaba de esta meta para resolver misterios más mundanos, hasta que la voz de Víctor sonó en los altavoces instalados frente a Laura.

– Por fin lo he averiguado… ¿Cómo nunca lo había visto? Es tan lóg – La voz se cortó de repente, en medio de un fonema, aunque por los altavoces se seguía oyendo el resto de los sonidos de su habitación.

Tras intentar contactar con él, sin ningún éxito, Laura abrió una pantalla con una vista de su habitación, que encontró vacía. Tras unos segundos de duda limpió su mesa de hologramas y la llenó con todos los que poblaban la mesa del científico.

Frente a ella apareció un documento a medio rellenar, y sólo tuvo que pasar un segundo su vista por él para comprender todo lo que nadie antes, excepto posiblemente Víctor, había comprendido. Su cerebro empezó a trabajar a marchas forzadas para abarcar toda la información que él mismo generaba. En décimas de segundo el saber de la investigadora había duplicado en conocimientos el de cualquier otro, y tras un segundo más no había nada en el Universo que no pudiera ser explicado. Esta etapa pasó rápidamente, y antes de que pasara un segundo más su intelecto había englobado todo lo que el ser humano estaba capacitado para englobar y más, dando cobijo a todo dentro de sí.

Abrió los ojos. Se encontraba desnuda en una grotesca habitación llena de tubos metálicos entrecruzados y paneles repletos de entrantes y salientes. Todo lo que veía parecía rodearla, sin dejar nunca de acercarse pero a la vez manteniendo siempre misma la distancia. La atmósfera era fría y opresiva, y su cerebro estaba cansado tras la saturación que acababa de sufrir, aunque ella se sentía tan bien como no se había sentido en años.

Un sonido metálico cortó todos sus pensamientos y la puso alerta. Venía de su derecha, de la única salida de la habitación, un oscuro pasillo cargado con la misma decoración mezcla de arte barroco, de antigua instalación subterránea y de la más alta tecnología.

Se sorprendió a sí misma poniéndose en pie más rápidamente de lo que esperaba, y aún estaba comprobando su movilidad cuando su visitante apareció por el pasillo. Se encontró frente a frente con un joven, al que reconoció como el hermano menor de Víctor, vistiendo únicamente una sábana verde que le daba varias vueltas al cuerpo.

– ¡Laura! ¿Cómo…? – Antes de acabar la frase se dio cuenta de la desnudez de su acompañante y, avergonzado, se dio media vuelta.

– ¿Víctor? ¿Eres Víctor? Estás… distinto. – Efectivamente se encontraba más joven, y tenía una espesa barba.

Víctor intentó decir lo mismo, pero le pareció más prudente ocultar que se había fijado en el cuerpo de la matemática. En lugar de eso desgarró la sábana aproximadamente por la mitad y lanzó uno de los trozos hacia atrás. Tras cubrirse con ella, Laura le dio una nueva mirada: Habían desaparecido sus todas las arrugas de su piel y tenía de nuevo ambas manos. Se miró de arriba a bajo a sí misma y comprobó como ella también tenía mucho mejor aspecto que el que recordaba tener.

– ¿Dónde estamos? – movió la mano indicando el perímetro de la sala – ¿Qué es esto? – Por fin se atrevió a hablarle.

– No tengo la más remota idea. Aparecí aquí hará unos diez minutos, en la habitación de al lado. En el pasillo he encontrado esta banderola verde y la he arrancado. Hacía un frío del demonio. Pero eso no es lo importante, – una jovial sonrisa apareció en su cara – ¿has visto mi mano?. Está aquí de nuevo. Parece que algo nos ha… ¿cómo decirlo? Nos ha mejorado.

– No se cómo piensas eso tan fríamente. Todo esto es simplemente inverosímil. ¿Te das cuenta de todo lo que ha pasado? Lo último que recuerdo es mirar tus notas tras tu desaparición… – hubo una pausa de un par de segundos – Joder, lo vi todo.

– Sí, era como si todas las preguntas que tenía… como si se me resolvieran de repente. Pero no recuerdo las respuestas. Además – colocó su mano derecha en la cabeza – parece como si me fuera a estallar la cabeza de un momento a otro.

Bruscamente separó la mano de su cabeza al notar un pequeño bulto. No recordaba haberse golpeado, pero eso era normal ya que no recordaba nada de lo ocurrido entre el momento en que estaba en su despacho y su aparición en este lugar. Cuando Laura se interesó por ello hizo un gesto con la mano izquierda, que ya empezaba a controlar de nuevo, y se vendó precariamente la cabeza con un fragmento más de su improvisada túnica. La situación no le era desconocida, ya que hacía unos años se había herido en esa parte de la cabeza y también había improvisado una venda.

– ¡Espera! No sólo hemos rejuvenecido. ¡Hemos retrocedido en el tiempo!

– Un momento. Hace poco demostramos que eso era posible, y eso explicaría que nos encontrásemos con este aspecto e incluso que tú hubieras recuperado tu mano, pero no eso de que estemos en esta especie de… ¿cueva?.

– ¿Ves esta cicatriz en la cabeza? Hace algunos años la tenía, pero me operé para que no se notara. Cuando aún la tenía conservaba mi mano, y mi aspecto era el que tengo ahora, – sonrió – incluyendo la barba. Seguro que tu también eras así por aquel entonces.

– Entonces también hemos variado nuestra situación en el espacio, porque no se tú, pero yo no solía visitar sitios como estos. Además, todo lo que vimos sobre modificar la estructura temporal necesitaba trabajar con átomos de antihidrógeno o antihelio, y eso no se produce en la naturaleza. Nada puede explicar que hayamos retrocedido.

– Eso es verdad. Oye, vamos a echar un vistazo, quiero saber qué coño pasa aquí. – alzó la mano izquierda, ya reacostumbrado a su uso, y abrió el pulgar hacia atrás.

Llevaban más de media hora andando por laberintos de pasillos. Por si acaso merecía la pena volver atrás, iban dejando periódicamente restos de las banderolas verdes que coronaban una buena parte de las paredes.

Por fin llegaron a una sala diferente. Era una habitación bastante grande llena de maquinaria encendida, o al menos eso indicaban las parpadeantes lucecitas que la cubrían y el molesto zumbido que la invadía. El aire era mucho más denso que en todo su recorrido anterior, lo que podía significar que alguien había estado aquí respirando durante mucho tiempo o  simplemente que toda la parafernalia tecnológica no tenía un buen sistema de refrigeración.

Laura se acercó lentamente a la pared opuesta a la que contenía la puerta que acababa de cruzar. Estaba poblada de diagramas, ninguno de los cuales parecía tener un significado aparente, y de juegos de botones amarillos y rojos que parpadeaban aleatoriamente.

– Mira todo esto. Nunca había visto tanta información y tan mal dispuesta. Tenemos un montón de monitores y todos parecen representar antiguos diagramas de dos dimensiones.

– Sí, parece que estamos en un edificio abandonado de principios de siglo. Esto refuerza mi teoría de que hemos retrocedido unos pocos años.

– No te precipites. Nada de esto me recuerda a nada que haya vivido. Los dos nacimos el siglo pasado y coincidirás conmigo en que este sitio no tiene nada de normal. Ni siquiera parece construido por gente normal… incluso no parece construido por gente.

– ¿Intentas decir que esto no es humano? – Laura asintió dubitativa – Vale que la red de pasillos sea totalmente surrealista, y vale que lo de las banderolas verdes no sea lo más lógico para decorar una base militar o algo así, pero fíjate en las proporciones. Todo encaja con lo normal para una persona. – Se sentó en un sillón frente a una pantalla – ¿Lo ves? Es cómoda. ¡Joder!

Saltó de repente. Los brazos del sillón se habían deformado al apoyarse en ellos. Incluso momentos después podía verlos retorcerse poco a poco hasta alcanzar de nuevo la horizontalidad. Se mantuvo unos segundos jadeando y sin dejar de mirarlos hasta que se volvió de nuevo hacia Laura.

– Bueno, vale. Estamos medio desnudos en un pasaje del terror lleno de tecnología mezcla del siglo XX y… cualquiera sabe que más. No se tú pero yo estoy totalmente despistado. Creo que lo mejor es ver si toda esta maquinaria nos da alguna pista.

Laura había estado unas dos horas paseando por infinidad de teclados y monitores intentando averiguar algo sobre la función de cada uno. Víctor no había aguantado tanto y había salido a explorar durante la última una hora, aunque era difícil calcular el tiempo en esas condiciones. Por fin apareció en la habitación con la cara pálida.

– No te vas a creer lo que hay ahí fuera.

– Creo que sería capaz de creer cualquier cosa.

– Aquí al lado hay montones de personas metidas en pirámides transparentes. Es… horrible. Hay niños y adultos, de todas las razas. Están ahí todos, desnudos, con los ojos cerrados y metidos en cualquiera sabe que líquidos. Tiene que haber miles y miles. Es imposible saber cuantos hay, y… – tragó saliva – ni siquiera sé si están vivos.

Laura se acercó y le rodeó con su brazo derecho intentando tranquilizarle, sin saber qué pensar de lo que acababa de oír; incluso sin saber si creerle. Fue relacionando sus pensamientos y soltó cuidadosamente a Víctor para pasar a señalar un terminal situado a unos dos metros de ambos.

– ¿Estas mejor? – Víctor asintió pausadamente – Mira aquí. Esto es lo único que entiendo de momento. Creo que es un mapa de toda la zona. Nosotros estamos aquí en el centro, – señaló alrededor – si te fijas en las paredes están puestas igual. Pues fíjate si desamplío el mapa. – apretó con su dedo un botón cercano al monitor. – Mira la habitación de la derecha. Parece que nunca se acaba. Puede ser la de los… bueno, la de las pirámides.

Pasaron más de veinte segundos hasta que apareció una nueva pared a la derecha, y otros tantos hasta que se reveló totalmente su forma triangular. Dentro del triángulo había una infinidad de triángulos mas pequeños, y dentro de éstos había otros tantos en una progresión aparentemente infinita.

– ¿Puede ser la que dices?

– Ya te dije que me pareció infinitamente grande, y esa lo parece. Sí, puede que sea esa.

– ¿Y los triángulos?

– Vi líneas de colores en el suelo, pueden representar los triángulos. Mira, – dijo ya más relajado – dentro de cada triángulo siempre hay cinco iguales más pequeños del mismo color. – tragó saliva – Me huelo a que en el nivel más pequeño cada triángulo es una pirámide con alguien dentro. Puede haber… Millones. Un país entero de gente atrapada.

– Lo acercaré a una esquina para ver cuantos niveles hay.

Laura tardó un tiempo en conseguir mantener en pantalla el vértice inferior izquierdo y en la esquina opuesta el primer triángulo que no contenía ninguno en su interior. Víctor contó cuidadosamente las líneas varias veces hasta estar bien seguro de cuántas había.

– Bueno, pues hay quince niveles de líneas hasta llegar a los triángulos sueltos, contando el exterior

– Vamos a ver… Si contamos dos niveles de líneas tenemos cinco triángulos pequeños. Si contamos tres niveles tenemos cinco al cuadrado y con quince niveles…

– Cinco elevado a catorce pirámides… Eso debe ser una barbaridad.

Sin contestar, Laura buscó sobre los terminales algo que antes había encontrado. Enseñó a Víctor un pequeño objeto rojo y la frotó contra un panel dejando una marca.

– Ya tenemos tiza. Vamos a ver de una vez cuánta gente hay ahí.

– No puede ser.

– Muy exacto no será, pero seguro que el resultado es del orden de los miles de millones. Laura, aquí cabe todo el mundo, y yo no llegué a ver ninguna pirámide vacía.

– Esto me ha acabado de descolocar. Ya no tengo ni idea de que de dónde estamos y menos aún de porqué. Desde que viniste a mi casa con esos todos esos resultados todo esto parece una pesadilla.

– Quizá lo sea, pero sería la primera vez que vivo tan intensamente un sueño.

– Quién sabe, sólo sabemos de los sueños por lo que recordamos al despertar. – suspiró y miró sobre el hombro de Víctor – Ojalá dentro de diez minutos esté en mi cama sin recordar nada de esto.

La cara de Laura se volvió repentinamente pálida. Víctor se dio la vuelta y comprendió el por qué. En la puerta de la habitación había un ser gris, de cerca de dos metros de altura y que les miraba con sus enormes y negros ojos sin pupila.

Tras un momento de duda corrió fuera de la habitación.

– ¡Vámonos! ¡Por la otra puerta!

Corrieron a través de varios pasillos hasta la habitación triangular. Víctor corrió sin dudar a través de las pirámides, pero Laura no estaba preparada para la visión de tanta gente aprisionada y quedó paralizada en la puerta frente a una pirámide que contenía a un niño de no más de un año. Cuando Víctor miró atrás dos de aquellos seres tenían sus manos
sobre Laura, que tenía una expresión mezcla de terror y de duda al no poder creer lo que pasaba.

Él, posiblemente aún más aterrorizado, siguió huyendo, tan frenéticamente que no se giró siquiera al perder su improvisada túnica. Corrió a través de las jaulas transparentes que le rodeaban, encontrando en ellas a veces personas desfiguradas, mutiladas o llenas de heridas que no sangraban. También encontró varias pirámides vacías, y se apoyó en una de ellas para poder descansar.

Cerró los ojos unos segundos y al abrirlos de nuevo se dio cuenta de que estaba totalmente desorientado. En cualquier dirección encontraba las mismas pirámides que no parecían tener fin. Aunque toda la humanidad podía estar a su alrededor nunca se había sentido más solo, y se quedó allí sentado, desnudo, sin saber si pasaban las horas o los minutos, hasta que a lo lejos vio acercarse a varias figuras.

Se levanto y caminó hacia ellas, sabiendo que no tendría valor para huir mucho más tiempo. Su comité de recepción estaba formado por Laura, sujetada por uno de los monstruos que antes había visto, junto con dos más, uno igual de alto que el anterior y otro que no sobrepasaría el metro y medio. Todos estaban armados – si es que aquello eran armas – con barras oscuras, repletas de ramificaciones que se movían de un lado a otro.

Él no opuso resistencia y ellos no le hicieron daño alguno, y ni siquiera se movieron cuando se agachó a recoger de nuevo la tela verde. Simplemente les escoltaron hasta salir de la habitación y, después, por varios pasillos durante bastante tiempo.

Por fin llegaron a una enorme habitación coronada por una bóveda y repleta de columnas. Todo allí parecía estar en continuo movimiento. Las columnas se retorcían sobre sí mismas y se mezclaban con el suelo y el techo al tocarlos, sin tener un principio o un fin definido. Sobre las paredes había sombras que serpenteaban continuamente sin llegar nunca a diferenciarse totalmente de ellas. En varias plataformas había grupos de seres extraños, aunque familiares en muchos casos, humanoides algunos y difícilmente calificables otros.

En todo este tiempo ambos científicos se habían relajado bastante y habían comenzado a hablar entre ellos al notar que a sus guardianes no les importaba en absoluto.

– Estaba segura de que encontraríamos algo así. No sé por qué pero no podía esperar otra cosa.

– No veo cómo puedes decir eso, yo nunca había imaginado algo así.

– No se, todo me parece natural. Es como si hubiera visto esto antes, como si lo hubiera soñado. – hizo una pausa y sonrió como si hubiera descubierto algo – Todo esto… lo he visto muchas veces. – Víctor alzó las cejas mostrando que no lo comprendía – La ciencia ficción.

Muchos de estos… seres… los he visto antes. ¡Ese de ahí! – señaló un pilar sobre el cual se encontraba enjaulado un enorme monstruo negro con brillos rojos en las escamas que le cubrían – Lo vi hace unos años en una película.

– Entonces nos visitaban de verdad. – abrió la mano en dirección al grueso de las criaturas – Los relatos de fantasía tienen una base así de real.

Mientras hablaban se habían acercado a una pared que desprendía una cierta claridad. De alguna manera se deformó hasta dejar un hueco suficientemente grande para traspasarla excepto para los seres más altos del grupo, que se quedaron fuera.

Dentro había una sala bastante más pequeña, con paredes lisas y metálicas y con una mesa en el centro en torno a la cual se sentaban una decena de pequeños humanoides intensamente blancos, vestidos con camisas o camisetas y pantalones. Todos los vestidos eran bastante normales a primera vista, aunque mirándolos con detalle se observaba que eran sólo imitaciones. Tanto Víctor como Laura estaban perplejos, pero sus experiencias anteriores habían desechado todo resquicio de miedo.

Los personajillos indicaron con un gesto a los dos recién llegados que se sentaran, y uno de ellos habló con una voz un tanto chillona y artificial aunque lo suficientemente convincente.

– Do you speak English? ¿Hablan español? – después dijo una frase que a Víctor le sonó a algún idioma oriental que no pudo reconocer.

– Hablo español. – miró a su compañera – Bueno, lo hablamos.

– No se por qué están aquí pero sean bienvenidos de nuevo a la realidad. – ninguno de los dos humanos hizo ademán de responderle – supongo que querrán algún tipo de explicación. Sois los primeros humanos que vemos directamente en mucho tiempo. Parece que al final llegó el día en que comenzaríais a aparecer.

– ¿Dónde estamos?

– Desde cierto punto de vista no os habéis movido demasiado. Ahora acabáis de volver a la realidad. Estáis en una nave que orbita alrededor de la Tierra. ¿De verdad queréis saber toda la verdad? – ambos asintieron.

» Sois los únicos humanos que no están conectados a nuestra maquinaria. Todo lo que recordáis desde hace muchos años, al igual que todo lo que recuerdan vuestros semejantes, es sólo una ilusión, impulsos creados por nuestra tecnología para estimular a vuestros cerebros. Y parece que la habéis sobrecargado, tarde o temprano tenía que pasar.

-Por supuesto esto no fue suficiente para contentar a sus huéspedes, así que prosiguió.

» Empezaré por el principio. Según nuestras estimaciones llegamos a la Tierra hace treinta años. Entonces no conocíamos la lógica y sólo nos guiábamos por unos instintos que nos impulsaban a acabar con la vida en la Tierra, -inclinó la cabeza en un humano gesto de vergüenza – como hicimos de alguna manera.

» Afortunadamente, en los quince años que calculamos que pasaron antes de decidirnos a atacar, habíamos ido aprendiendo. Cada vez más nos modificábamos por la información que recogíamos de vosotros y dependíamos menos de los instintos que antaño nos dominaban. Así, aunque de alguna manera teníamos el deber de transportaros aquí como alimento,  aprovechamos las estructuras ya creadas para ese fin, que os mantendrían vivos cuanto quisiéramos, para mantener vivo vuestro intelecto. Todo esto fue gracias a que comenzamos a compartir vuestros sentimientos.

» Dejamos que vuestro cerebro dirigiera el mundo tal y como vuestra lógica indicara que se hiciera, eligiendo en cada momento el mundo que la mayor parte de personas pensaba que tendría lugar y mandándolo de nuevo a vuestras mentes. Así no se perdería todo lo que vuestra raza había sido capaz de crear, además de que os aseguraría un futuro. Lo que habéis visto hace poco era la zona que ocupa casi toda la nave y que debería servir para almacenar comida, aunque ahora sólo tiene como función crear una realidad alternativa para vosotros.

Laura le miró con furia.

– Entonces… todo lo que hemos vivido… todo lo que… ¿todo es falso?

– Eso depende del punto de vista, o, si lo prefieres, del color del cristal con que lo mires. Para nosotros es falso. Para la humanidad es la única realidad.

Víctor intervino con curiosidad, sublevando el temor de ser el único hombre vivo a su condición de científico.

– No puede ser verdad. No hay nada tan perfecto. Se notaría.

– Sí, se podría notar, – intervino un segundo alienígena – pero no lo suficiente. Para hacer todo esto posible tuvimos que cuantizar en la realidad alternativa el tiempo y el espacio. Lo hicimos en unidades tan pequeñas que no afectaban ni a los parámetros de la física cuántica que estáis acostumbrados a tratar. También hicimos un dispositivo de seguridad que expulsaría a cualquier estímulo que pusiera en peligro la veracidad del mundo, por si las simplificaciones empezaran a crear contradicciones. Al principio vigilábamos la zona de desalojo, pero nos hemos confiado demasiado y no hemos sido capaces de recibiros como merecíais.

– Pero… ¿Quienes sois? ¿De donde venís?

– Nos gustaría saberlo, – volvió a hablar el primero – pero no es así. Hasta que entramos en contacto con vosotros y comenzamos a pensar con lógica todo es difuso. No tenemos un pasado claro. Todo lo anterior a una o dos décadas es una mezcla de deseos contradictorios que mezclan el comunicarnos con vosotros, lo que ya hicimos en muchas ocasiones, y el barreros del planeta.

– Y la Tierra…

– Está totalmente vacía de seres humanos, transportamos aquí a todos los seres racionales del planeta, incluyendo, además de a casi todos los humanos, a algunas mutaciones de animales. Era una medida para evitar cualquier contrariedad. El resto sigue ahí abajo, y ya se han creado nuevos ecosistemas en todo el mundo que se adaptan a esa situación.

Laura se levantó desafiante de la silla.

– Eso es mentira. Vuestras primeras apariciones registradas datan de hace más de un siglo, y vosotros decís que no hace más de treinta años que estáis aquí. Todo esto es un engaño. No tiene sentido. No pudisteis transportar aquí a todo el mundo a la vez y sin que notáramos ese lapso. Y en cuanto a lo de que no sabéis quienes sois… no tiene sentido. ¿Y dónde encaja nuestro aspecto?

– No fue tan complicado hacer que no notaseis el tiempo. Aunque tardamos más de un mes en subiros a todos, cuando os teníamos a todos conectados a la máquina borramos los recuerdos posteriores a nuestra primera abducción, sincronizando a todo el mundo justo en el mismo momento. Vuestro aspecto actual es, por supuesto, el de entonces, ya que en las pirámides estimulan el cerebro conservando intacto el cuerpo.

» Sobre las primeras apariciones… tienes toda la razón. Nunca hemos sabido resolver esa cuestión. La mejor respuesta que hemos podido darle es que antes de nuestra llegada hubo una avanzadilla de exploradores cuyo recuerdo ha borrado nuestra profunda transformación. Ten en cuenta que ahora mismo no sabemos ni quienes somos ni que hacemos aquí.

– En eso coincidimos.

– Bueno, ¿y por qué no liberasteis a la humanidad?

– Lo hemos considerado muchas veces, pero no podemos ofrecerles nada mejor a lo que hora tienen. Aunque ficticio,su mundo es mejor que este.

De repente todos los alienígenas cerraron los ojos a la vez, perdiendo el control de algunos músculos, provocando algunos tics en los dedos y en la cara. Cuando pasó su perplejidad Laura aprovechó para hablar con Víctor.

– ¿Tú te crees algo de esto?

– Cada vez me parece más real.

– Pero su historia no se tiene en pie, tiene que haber una explicación más lógica.

– ¿Cuál? Imagínate que dicen la verdad. Imagínate que somos los únicos seres vivos del planeta. ¿Qué co..? – estaba empezando a perder sus papeles – ¿Qué hacemos?

– Está claro. Hay que encontrar la manera de sacar a todo el mundo de esa horrible máquina.

– ¿Para qué? ¿Para que se encuentren aquí, en una nave extraterrestre girando alrededor de un planeta Tierra que ya no recordará siquiera quienes somos? Puede tengan razón y sea mejor que se queden en un mundo que, puede no ser real, pero es mejor que este.

– Y una mierda. Vamos a aprovechar que estos tíos están dormidos y a huir de aquí.

Justo al acabar la frase todos abrieron los ojos y uno de ellos, que no había intervenido, les miró y les dijo:

– Hemos decidido hablaros de nuestros creadores.

» Una de las cosas que aprendimos con el tiempo fue a entrar en trance. Ahora lo hemos hecho para comunicarnos sin necesidad de hablar, pero sus utilidades son mucho mayores. Nos permite traspasar los límites de la materia y el espacio-tiempo y acceder a otras formas de entender el mundo. En una de ellas encontramos a nuestros creadores.

Siempre nos han rechazado diciendo que nosotros no éramos el objetivo de su presencia en esta realidad. Pensamos que vosotros podéis ser ese objetivo, y podemos intentar expandir nuestro trance hacia vosotros para permitir vuestra comunicación con ellos.

– Paso. A mí no me tocáis el cerebro. – Laura tenía razones para no confiar en ellos.

– Yo lo haré. Nada puede empeorar esto.

Mientras todos cerraban los ojos Laura le gritaba pidiéndole que no lo hiciera. Finalmente Víctor también cayó en trance y ella no tuvo más opción que quedarse sentada impotente.

Víctor comenzó a recuperar la conciencia que acababa de perder, pero no en la misma dimensión. Podía recibir impulsos del exterior, pero todo lo que percibía no pasaba por ninguno de sus cinco antiguos sentidos, sino directamente hacia su mente. Lo primero que hizo en su nuevo estado fue traer a Laura con él, aunque sólo como espectadora.

Notó entonces la presencia de otra inteligencia, que supuso la creadora de sus anfitriones. Efectivamente le fue confirmado, y percibió la realidad de la existencia de los alienígenas que ahora eran dueños de la Tierra. Eran sólo un medio de sus creadores para la comunicación en este plano de la existencia, creados para servir de puente entre la inteligencia humana y la que ahora se comunicaba con él, partiendo de los recuerdos y sueños de la masa conjunta de la humanidad. Eran la representación de los seres con los que la humanidad esperaba contactar, con todas las contradicciones que eso podía causar. No recordaban un pasado anterior a una treintena de años atrás porque simplemente entonces no existían, y representaban los estereotipos de extraterrestres porque nosotros así lo habíamos
imaginado.

Pero éste, como cualquier otro estudio realizado sin el debido cuidado, había influido en lo estudiado. Había causado un daño en la humanidad que ya no podía ser reparado, al menos restringiéndonos a la dupla espacio-tiempo. Por eso Víctor pidió respetuosamente a sus interlocutores que deshicieran el cambio que habían causado y que desistieran de su estudio. Al principio no consiguió nada, ya que hablaba con un científico al que se le pedía que dejara de experimentar, pero con el tiempo – aunque ese concepto no se podía aplicar en este diálogo – pudo convencerles de ello.

Sabiendo que con su petición acabaría con su posibilidad de existir, ya que los últimos treinta años no habrían pasado nunca, les pidió un día de su tiempo para despedirse de su existencia. Sus interlocutores aceptaron, prometiendo no volver nunca a pisar esta realidad.

Todos los presentes en la habitación se quedaron parados, pensando que posiblemente no sobrevivirían tras ese día. Todo el Universo iba a ser ejecutado, y sólo ellos sabían el momento exacto de la ejecución. No podían saber si se enfrentaban a la muerte o a algo mucho peor que eso, pero tanto Laura como Víctor lo aceptaban como sacrificio para permitir un futuro a la humanidad. Los pálidos seres no lo veían tan claro.

– ¿Sabes lo que has hecho? ¡Nos has negado la existencia! ¡Has programado nuestro exterminio!

– Sólo he hecho lo mismo que hicisteis vosotros, y esta vez por una causa justa.

– Cuando se recupere la realidad la humanidad existirá de nuevo, pero ¿y nosotros? Nunca podríamos existir si ese experimento no se lleva a cabo. Habremos perdido todo lo que somos para siempre.

– Nunca debisteis existir. – Laura defendió a su amigo – Sólo sois un reflejo de nuestra imaginación. No tenéis lugar en el mundo, no por ser quienes sois ni por haber hecho lo que habéis hecho, sino por haber sido creados contra la naturaleza.

– Eso suena como un discurso racista, Laura. Creo que tienen razón. Sólo he pensado en la raza humana y he decididoyo sólo sacrificar a todos.

De nuevo todos los alienígenas cerraron los ojos para dialogar entre ellos, aunque esta vez los científicos no aprovecharon para hablar, ya que no sabrían que decir. Sólo esperaron pacientemente a que salieran de nuevo del trance. Cuando por fin lo hicieron el mismo que les había hablado antes reanudó, ya más en frío, la conversación.

– Bueno, creemos que has tomado la decisión correcta. No sabemos qué puede ocurrir con nuestra raza ni con la vuestra dentro de un día, puede que simplemente no pase nada. De hecho este presente ya no tiene posibilidad de ocurrir y seguimos aquí hablando.

– Falta menos de una hora, Laura. ¿Has aprovechado este tiempo? – asintió – Yo lo he usado para visitar a todos los alienígenas. Ha sido algo increíble, supera todo lo que consideraba posible. Si eso significara algo – sonrió – lo recordaría toda la vida.

– Sabemos que se acaba el último día en que nuestra existencia tiene sentido, y fíjate. Hasta conservamos el sentido del humor. – hizo una pausa – Qué lástima que no podamos dejar constancia de esto. Sería un estudio alucinante sobre comportamiento en situaciones extremas.

– He estado pensando en esto. Puede que no ocurra nada, puede que la realidad que se ajuste sea otra y no nos afecte. Quizá si no ocurre nada podamos repoblar la Tierra con ayuda de esta raza y volver a empezar, ellos y nosotros, algo nuevo y mejor.

– Ya, pero, ¿y si eso no ocurre?

– Entonces nada significa nada. Daría igual que nos preocupemos o no. No vamos a morir, no vamos a sufrir ni nada. Si todo se acaba dentro de una hora… borrón y cuenta nueva. – sonrió – Oye, no puedo desaparecer sin decirte que eres genial. De verdad que no hay nadie como tú en todo el mundo. – marcó aún más su sonrisa – Sobre todo ahora. Sin ti no habría podido llegar hasta aquí.

– Lo mismo para ti. Oye, vamos con los marcianos esos. No les puedo perdonar lo que hicieron, pero al fin y al cabo estamos juntos en esto.

En la pantalla colocada sobre la mesa, el reloj indicaba que quedaban pocos segundos. A ninguno de los presentes se le hizo traumática la cuenta atrás hasta que llegaron los últimos cinco segundos, pero entonces todos sus temores afloraron. Aprovecharon sus últimos cinco segundos viviendo la vida al máximo, usando toda su capacidad cognoscitiva en un intento de pensar todo lo pensable en tan corto espacio de tiempo, hasta que el reloj marcó 00:00, y después 12:59, sin que nada pareciera haber cambiado.

Todos se unieron en una demostración de alegría que duró más de un minuto entre risas y lágrimas de emoción. Después fue Víctor el que tuvo fuerza para hablar.

– No se cómo ni por qué, pero estamos vivos.

– Y lo que propusiste a los creadores, ¿no ha funcionado?

– No tengo ni idea. Posiblemente en algún universo el mundo ha cambiado. – dudó unos segundos – A lo mejor era sólo un farol, pero, – agitó la cabeza – sinceramente, no me importa. No volveré a pasar por esto jamás.

Uno de los alienígenas se unió a la discusión.

– Bueno, creo que hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos. Ya no podemos contactar con nuestros creadores y no podemos saber nada sobre otras realidades. Es hora de pensar en el futuro.

– Por supuesto. – dijo Laura sonriendo – ¿Tenéis algo de beber? ¡Es hora de celebrar la vida como se merece!

Por fin consiguieron sonsacarles donde escondían las bebidas humanas, a las que ellos también se habían aficionado, descubriendo la mejor manera de inaugurar una nueva etapa en la Historia, que desde entonces dejó para siempre de ser la Historia de la Humanidad.

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